"...El enamoramiento
consiste en que la persona de la cual estoy enamorado se convierte en mi
proyecto. No es simplemente que ciertos actos míos se refieran a ella, ni
siquiera cuando esos actos sean “amorosos”; yo puedo “amar” a una persona de la cual no estoy enamorado;
esa persona será el objeto de mis actos,
causa y destinatario de ciertos sentimientos; podríamos decir que esa persona
ocupa un puesto relevante en mi circunstancia, puede ser una porción irrenunciable
de ella. Otra cosa es que al mirarme a mi mismo, es decir, al proyecto vital en
que consisto, me descubra inexorablemente envuelto en esa otra persona; no es
simplemente que me proyecte hacia ella, sino que me proyecto con ella, que al
proyectarme me encuentro con ella como inseparable de mí. Sin ella,
propiamente, no soy yo. Lo cual quiere decir, literalmente, que soy otro que el
que antes – antes de enamorarme – era. El enamoramiento consiste, pues, en un
cambio de mi realidad, lo que podríamos llamar una variación ontológica.
Todas las formas del enamoramiento; aun en su sentido más trivial,
incluyen una concentración de la atención sobre la persona amada; el enamorado,
mejor dicho, el que se está enamorando, no piensa más que en la persona amada; todo se la
recuerda, se refiere a ella a propósito de todo, llega hasta la obsesión; de
ahí el carácter restrictivo, el “angostamiento” mental que el proceso de
enamoramiento lleva consigo. Pero una cosa es la obsesión psicológica, otra la
transformación real de la persona. Por eso cabe el error en cuanto al
enamoramiento.
El que piensa día y noche en una mujer, la tropieza en todas las
esquinas de su mente, la asocia con todos los objetos de su imaginación, se
vuelve a ella con todos sus sentidos, piensa que está enamorado de ella. Quizá;
pero acaso no.
Los síntomas son muy parecidos, la realidad difiere profundamente.
Cuando pasa el período de enamoramiento, diríamos mejor, para ser más claros,
de “enamoración”, en un caso se disipa esa obsesión, se ensancha esa angostura,
se piensa en muchas otras cosas, se vuelve a la normalidad; en el otro caso, se
encuentra uno enamorado, terminado y concluso ya que en ese proceso psíquico
por el cual se llega a esa radical instalación; ya es otro; ya no
está nunca solo; ya se proyecta misteriosamente con esa otra persona
inseparable, en presencia y en ausencia, con unos sentimientos o con otros,
haciéndola objeto de muy variados actos, con holgura para atender a todos los
innumerables contenidos de la circunstancia. Esta instalación consistente en
estar enamorado es relativamente independiente de toda la vida psíquica, y
afecta en cambio a la vida estrictamente biográfica y personal (…)
Ahora podemos contestar a la pregunta formulada al estudiar la
condición amorosa: para qué necesito a una persona. Decía que a esa pregunta, a
diferencia de lo que me sucede con las necesidades de cosas, sólo puedo
responder con una historia, con una parte de mi biografía o con su totalidad;
vimos que el hombre necesita a la mujer para ser hombre, y viceversa, ya que
cada sexo se proyecta hacia el otro. Pues bien, yo necesito a una mujer
individual, aquella de la cual estoy enamorado, para ser yo en cuanto varón. En
este sentido, y sólo en éste, la encuentro en mi proyecto, en aquel que me
constituye, y no en mi circunstancia.
Mi proyecto la incluye. Al amarla soy verdaderamente quien soy, en
mi plena autenticidad, y siento que “antes”no era verdaderamente quien tenia
que ser. De ahí el “espejismo” del
enamorado – y que sólo es espejismo
desde el punto de vista psicológico, no desde un punto de vista rigurosamente
personal – que siente que había amado desde siempre a la mujer de la cual está
ahora enamorado.
Este
amor lo ha hecho descubrirse, por tanto ser en la plenitud de su verdad
(alétheia). Desde ella, todo lo anterior “no valía la pena”, y el amor actual
se proyecta sobre la vida pasada, iluminándola y “reconstruyéndola”,
interpretándola nuevamente, viéndola como mera preparación o anticipación. No
es rigurosamente verdad que la ama desde siempre, pero si es cierto que la ama
el que siempre era, la ama ahora desde su realidad de siempre..."
* Textos seleccionados de
Marias, J.; Antropología filosófica, XXIII, 1970.
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