“...Lo que en un
principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas
fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y de que no
podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance;
después avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos,
por ejemplo, las diversas fases de la Luna, el curso del Sol y de los astros y,
por último, la formación del Universo...
Ir en busca de una
explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse, que
el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos, porque el asunto de
los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente, los primeros filósofos
filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron para
saber, y no por miras de utilidad.
Así como llamamos
hombre libre al que se pertenece a sí mismo y no tiene dueño, en igual forma
esta ciencia es la única entre todas las ciencias que puede llevar el nombre de
libre. Sólo ella efectivamente depende de sí misma.
Y así con razón debe
mirarse como cosa sobrehumana la posesión de esta ciencia. Porque la naturaleza
del hombre es esclava en tantos respectos, que sólo Dios, hablando como
Simónides, debería disfrutar de este precioso privilegio. Sin embargo, es
indigno del hombre no ir en busca de una ciencia a que puede aspirar.. Si los
poetas tienen razón diciendo que la divinidad es capaz de envidia, con ocasión
de la Filosofía Primera podría aparecer principalmente esta envidia, y todos
los que se elevan por el pensamiento deberían ser desgraciados. Pero no es
posible que la divinidad sea envidiosa, y “los poetas - como dice el proverbio
- mienten muchas veces”.
La ciencia que
se llama Filosofía es, según la idea que generalmente se tiene de ella,
el estudio de las primeras causas y de los principios. Es imprescindible que la
Filosofía sea la ciencia teórica de los primeros principios y de las
primeras causas, porque una de las causas es el bien, la razón final ( “Hay
una ciencia que estudia al ente en tanto que ente. Esta ciencia es
diferente de todas las ciencias particulares, porque ninguna de ellas estudia
en general al ente en tanto que ente”)
La Filosofía Primera es
aquella ciencia que se busca por sí misma, sólo por el ansia de saber. Es la
ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella
que conoce el porqué debe hacerse cada cosa. Y este porqué es el bien de cada
ser, que tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres.
Por último, no hay
ciencia más digna de estimación que ésta, porque debe estimarse más la más
divina, y esta lo es en un doble concepto. En efecto, una ciencia, que es principalmente
patrimonio de Dios, y que trata de las cosas divinas, es divina entre todas las
ciencias. Pues bien, sólo la Filosofía Primera tiene este doble carácter.
Dios pasa por ser la
causa y el principio de todas las cosas, y Dios sólo, o principalmente al
menos, puede poseer una ciencia semejante. Todas las demás ciencias tienen, es
cierto, más relación con nuestras necesidades que la Filosofía, pero ninguno la
supera. Decimos que se sabe, cuando creemos que se conoce la causa primera.
Evidentemente es preciso adquirir la ciencia de las causas primeras. Se
distinguen cuatro causas.
La primera es la
esencia, la forma propia de cada cosa, porque lo que hace que una cosa sea,
está toda entera en la noción de aquello que ella es; la razón de ser primera
es, por tanto, una causa y un principio. La segunda es la materia, el sujeto;
la tercera el principio del movimiento ( causa eficiente ); la cuarta, que
corresponde a la precedente, es la causa final de las otras, el bien, porque el
bien es el fin de toda producción.
La esencia es el objeto
de nuestro estudio, porque buscamos los principios y las causas de las
esencias.
La sustancia o esencia
sensible perecedera es susceptible de mudanza. Hay dos clases de ser; el ser en
potencia y el ser en acto; todo cambio se verifica pasando de uno a otro, de lo
blanco en potencia a lo blanco en acto. Todo proviene del ser; pero sin duda
del ser en potencia, es decir, del no- ser, en acto. El cambio primero es el
movimiento de traslación y el primero de los movimientos de traslación es el
movimiento circular. El ser que imprime este movimiento es el motor inmóvil.
He aquí cómo mueve. Lo deseable y lo
inteligible mueven sin ser movidos, y lo primero deseable es idéntico a lo
primero inteligible. Porque el objeto del deseo es lo que parece bello, y el
objeto primero de la voluntad es lo que es bello.
Nosotros deseamos una
cosa porque nos parece buena, y no nos parece mal porque la deseamos; el
principio aquí es el pensamiento. Ahora bien; el pensamiento es puesto en
movimiento por lo inteligible, y lo que es primero es siempre excelente. La
verdadera causa final reside en los seres inmóviles. El ser inmóvil mueve con
objeto del amor, y lo que él mueve imprime el movimiento a todo lo demás.
El motor inmóvil es,
pues, un ser necesario, tal es el principio de que penden el cielo y toda la
naturaleza. Nosotros sólo por poco tiempo podemos gozar de la felicidad
perfecta pero Él la posee eternamente, lo cual es imposible para nosotros ( “toda
la vida de los dioses inmortales es una felicidad, los hombres no conocen la
felicidad sino en tanto que hay en sus facultades algo que les es común con los
dioses”, Ética a Nicomáco, X, 8 )..."
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