“...Tengo
una pregunta para ti solo, hermano mío. La voy a arrojar como una sonda dentro
de tu alma, quiero saber cuan profunda es ésta.
Eres joven, y deseas para ti
una mujer e hijos. Más yo te pregunto: ¿Eres un hombre al que sea lícito
desear un hijo?
¿Eres el victorioso, el dominador de ti
mismo, el dueño de tus sentidos, el señor de tus virtudes? ¡Tal es mi pregunta!
¿O hablan en tu
deseo la voz de la bestia y de la necesidad? ¿O la soledad? ¿O el descontento de ti mismo?
Yo quiero que tu victoria y tu libertad ansíen un hijo. Monumentos vivientes debes erigir a tu victoria y a tu liberación. Un creador debes crear.
Yo quiero que tu victoria y tu libertad ansíen un hijo. Monumentos vivientes debes erigir a tu victoria y a tu liberación. Un creador debes crear.
Matrimonio; así
llamo yo a la voluntad de dos en orden a crear uno que sea más que quienes le
crearon.
Pero lo que
llaman matrimonio los superfluos, ¿cómo lo llamo yo?
¡Ay, esa
pobreza de alma compartida por dos! ¡Ay, ese lamentable bienestar de dos! ¿Qué
hijo no tendría motivos para llorar por
causa de sus padres? Muchas breves tonterías – a eso llamas amor- y vuestro
matrimonio pone fin a muchas breves tonterías en forma de una estupidez única y
prolongada. Casi siempre, un animal es adivinado por otro.
Vuestro amor
debe ser una antorcha que debe guiaros hacia caminos más altos. Amargura
hallaréis hasta en el cáliz del mejor amor. Algún día debéis amar por encima de
vosotros mismos. ¡Aprended, pues
primero, a amar!..."
*Textos
seleccionados de Friederich Nietzsche; Así habló Zarathustra, (1883),
ED. Hyspámerica, BS. AS., 1982.
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