martes, 14 de febrero de 2012

...libertad, amor, identidad y compromiso según Jean Paul Sartre...


“...¿Por qué el amante quiere ser amado? Si el Amor, en efecto, fuera puro deseo de posesión física, podría ser en muchos casos fácilmente satisfecho. Sin embargo, (aún en una situación de total encierro y dependencia material), el amante se encontraría roído por la preocupación. La amada escapa  al amante, aun cuando la tenga al lado, por medio de su conciencia, y por eso él no conoce tregua sino cuando la contempla dormida. Es cierto, pues, que el amor quiere cautivar la “conciencia”. Pero ¿por qué la quiere? ¿Y cómo?
La noción de “propiedad”, por la cual tan a menudo se explica el amor, no puede ser primera, en efecto. ¿Por qué iba a querer apropiarme del prójimo sino, justamente, en tanto, que el Prójimo me hace ser?
El  prójimo guarda  un secreto: el secreto de lo que soy. Me hace ser,  por eso mismo, me posee. El prójimo me capta como objeto en medio del mundo.
La libertad ajena es fundamento de mi ser. Pero, precisamente porque existo por la libertad ajena, no tengo seguridad ninguna, estoy en peligro en esa libertad; ella modela mi ser y me hace ser. En este sentido, el amor es conflicto.
Querer ser amado implica querer apoderarnos de la libertad del otro en tanto que tal. Y no por voluntad de poder: el tirano se ríe del amor; se contenta con el miedo. Si busca el amor de sus súbditos, es por política; y, si encuentra  un medio más económico de someterlos, lo adopta enseguida. Al contrario, el que quiere que lo amen  no desean el sometimiento del ser amado. No quiere convertirse en el objeto de una pasión desbordante y mecánica.
No quiere poseer un automatismo y, si se quiere humillarlo, basta  hacer que se represente la  pasión del ser amado  como el resultado de un determinismo psicológico: el amante se sentirá desvalorizado en su amor y en su ser. Si Tristán e Iseo están enloquecidos por un filtro, interesan menos; y llega a suceder que un sometimiento total del ser amado mate el amor del amante. Así el  amante  no desea poseer al amado como se posee  una cosa; reclama un tipo especial de apropiación: quiere  poseer una libertad como tal.
Pero, por otra parte, no podría sentirse satisfecho con esa forma eminente de la libertad que es el compromiso libre y voluntario. ¿Quién se contentaría con un amor que se diera como pura fidelidad a la fe jurada?
El amante quiere ser amado por una libertad y reclama que esta libertad, como libertad, ya no sea libre. Quiere a la vez que la libertad del Otro se determine a sí misma a convertirse en amor y, a la vez, que esa libertad sea cautivada por ella misma, que se vuelva sobre si misma, como en la locura, como en los sueños, para querer su propio cautiverio.
En el Amor, el amante quiere ser “el mundo entero” para el ser amado. Quiere ser el objeto en el cual el otro encuentra su ser y su razón de ser. Que la libre decisión de amarme tomada anteriormente por el ser amado se deslice como móvil hechicero en el interior de su libre compromiso presente. Así, querer ser amado es querer obligarlo a re-crearnos perpetuamente como la condición de una libertad que se somete y se compromete...”




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